En uno de mis tantos embotellamientos viniendo en dirección sur a norte por la autopista, noté una vez que las bocinas de los autos están todas afinadas en tonos diferentes.
Charly García, que tiene oído absoluto, decía que la mayoría estaba en Si bemol. Yo no tengo oído absoluto, pero creo que si las marcas se pusieran de acuerdo y afinaran por ejemplo, Ford en DO, Fiat en Mi, Renault en Sol y Chevrolet en Si bemol, cuando estuviésemos atrapados en algún peaje, sonaría el acorde de Do séptima y andaríamos todos menos nerviosos.
Es cierto también que la gente no aguanta ni 30 segundos esperando en un peaje y cuando hay elecciones vota a los dueños del peaje.
En un momento, cuando tuve la suerte de que mi columna avanzara doscientos o trescientos metros, pasé por abajo del cartel que decía “Gracias por elegirnos”, como si uno eligiera las autopistas por donde va y todos nos hubiésemos metido en ese infierno porque queríamos.
De vuelta me acordé de la película “Un día de furia” y me dan ganas de hacer como Michael Douglas, que deja el auto en el medio del tránsito y se va. Y después destroza un Mc Donald's porque la hamburguesa no es tan grande como dice en la foto. Todavía no soy tan loco ni tan valiente.
Mirando el cuenta kilómentros, vi cómo la pancita de abajo del “8” nunca terminaba de desaparecer y de dejarle paso al nueve, que asomaba la patita por arriba. Seguramente en el tiempo de mi vida que perdí en embotellamientos podría haber completado una carrera universitaria (pero no cualquier carrera, una jodida).